Desde el primer día que mi papá me subió a una bicicleta, en mi natal Tijuana, me aventó sin las llantitas de apoyo. Desde luego me caí varias veces, pero a pesar de tantas caídas, golpes y moretones, me volvía a subir para seguir volando: en ese momento entendí que la bicicleta y yo seríamos muy buenos amigos.

Comenzó como un hobby. Salía al estacionamiento a dar vueltas y jugar carreritas con los niños de la cuadra, a perseguir a mi hermano y también para hacer algo de ejercicio, porque fui un niño gordito. Sin embargo, cuando realmente entendí el propósito de la bicicleta fue cuando llegué a vivir a Ciudad de México. El universo me gritaba: “¡Súbete a la bici gordo!”
Vivir en una ciudad con mucho tráfico puede ser desafiante y estresante. Las largas horas perdidas en el caos vehicular, la búsqueda interminable de estacionamiento y la contaminación ambiental son solo algunos de los problemas a que nos enfrentamos diariamente.
Comienzas a valorar tu tiempo cuando eres el cuarto o quinto carro hacia el semáforo, mientras escuchas a Sheryl Crow, y percibes las conductas agresivas de los otros conductores: el interminable claxon, los gritos y hasta las mentadas de madre. Entonces te dices: “¡Si la bicicleta me hace feliz!” y piensas: “no es tan malo moverme en ella”.
Desde ese momento, comencé a pedalear a mis destinos: al trabajo, a los desayunos y a las reuniones. Mientras que en auto podía hacer 45 minutos de un punto a otro, en la bicicleta llegaba en solo 35, pero la diferencia es que llegaba feliz… cansado pero feliz.
Al elegir la bicicleta no solo te beneficias a ti mismo, sino que también contribuyes a crear una ciudad más sostenible, saludable y amigable con el entorno.

Cuando me pongo el casco, subo a la bicicleta y comienzo a pedalear, me siento libre, y cuando llego a mi destino ya estoy pensando en la siguiente pedaleada y, si bien los destinos pueden llegar a ser largos y cansados, volvería a elegir la bicicleta una y otra vez.
Sin duda la bicicleta me transformó por completo. Descubrí la belleza de pedalear sin límites y la felicidad de conectar con la ciudad y la naturaleza. Mi cuerpo y mente se fortalecieron mientras dejaba atrás el estrés del tráfico. Gracias a ella encontré una nueva versión de mí mismo.
Así que, ¿por qué no subirse a la bicicleta y comenzar a disfrutar de todas estas ventajas? Cada pedalada cuenta, y tu elección puede inspirar a otros a unirse a esta revolución ciclista en la ciudad.
La vida es como andar en bicicleta, te caes si dejas de pedalear y a veces lo único que necesitas es pedalearlo.
¡Muévete en bici!
Koke RED.