El déficit de inversión en la bicicleta no es casual. Contamos con un marco normativo e institucional que no favorece la inversión en estos modos.
Llegué a México en 2008 como profesional en el mundo de la movilidad y tráfico en Europa. Caí en la Ciudad de México y tengo un vívido recuerdo de mis primeros días en la ciudad: las glorietas de Reforma inundadas de carros en todos sus brazos, los pares viales que no entendía, esos camellones que no separaban sentidos sino sólo carriles, el gran “gusano” que eran los autobuses articulados sobre Insurgentes, el mar de gente que inundaba el Metro de la Ciudad… ¡un caos que funcionaba!
Y me sorprendí a mí mismo, en medio de todo eso, allá por 2010 usando la Ecobici, y también me alucinó ver a muchos locos que en medio de una ciudad hostil se lanzaban a usar la bici. Con el paso del tiempo, conociendo muchas de las ciudades de México, compartiendo espacios, conocí a muchas personas reclamando el espacio para la bici. Personas con mucho empuje, con poder de convicción que reivindicaban la bicicleta como la forma tradicional de moverse, exigían que la bici recuperara su protagonismo, querían volver a recuperar lo que luego entendí como el México ‘bicicletero’.
País «bicicletero»
Investigando, estudiando, pude entender ese México que reivindicaban muchas personas, y pude entender su causa. La bicicleta, que antaño fue un modo de transporte tradicional en nuestros pueblos y en nuestras ciudades, se ha visto relegada a ser el quinto modo de transporte en el reparto modal a nivel nacional. En México, el 4.9% de la población que trabaja y el 1.8% que va a la escuela se desplazan en bicicleta de acuerdo con el Inegi, cifra muy baja al lado del desplazamiento en vehículo particular (33.1%, 21.9%), transporte público (33.8%, 24.5%), caminata (27.4%, 54.1%) o transporte escolar o de personal (7%,2.1%).
El incremento en el uso del automóvil en todas nuestras ciudades y en el medio rural ha aumentado debido al modelo de crecimiento disperso, extenso y desconectado del tejido vial existente. Esto ha motivado que, desde hace unos años, gran parte de la inversión (70% del presupuesto) de la inversión del país se haya enfocado en el vehículo privado y no en modos sustentables. En 2020, se registraban en el país 4,217 kilómetros de infraestructura ciclista (IMT, 2020) que representa el 0.4% del total de vías urbanas y el 0.2% en el medio rural.
El déficit de inversión en la bicicleta no es casual. Contamos con un marco normativo e institucional que no favorece la inversión en estos modos. Hay entidades federativas como Durango y Morelos cuyas leyes de movilidad o transporte no cuentan ni siquiera con una mención para la bicicleta. En otros estados se hace una mención específica a la necesidad de fomentar su uso, pero no existe una correspondencia con lo que finalmente se invierte. ¿De qué sirve entonces la ley si no existe una línea de financiamiento para esta infraestructura?
Sumado a todo lo anterior, muchas de esas leyes, en al menos 20 de las 32 entidades federativas, dejan en manos de los municipios la promoción, planeación y construcción de infraestructura para la bicicleta. Es decir, contamos con un marco normativo e institucional a nivel subnacional que no ayuda a sumar más viajes en bici en el territorio nacional.
Y en este punto podemos responsabilizar a los políticos por esto; finalmente, son las decisiones políticas las que permiten que se lleven a cabo los proyectos, pero no podemos olvidar que es también responsabilidad de la ciudadanía exigir una mejor calidad del aire y una respuesta sostenible y eficiente para las necesidades de movilidad.
Es en este punto donde el cambio de cultura se vuelve relevante. Donde toca trabajar en conjunto con la sociedad civil organizada para que se den los cambios, para que la ciudadanía vea, observe, pruebe y sienta que pueden existir alternativas eficientes, seguras y sostenibles al uso del automóvil.
Es aquí cuando el trabajo de activistas y de políticos con visión es clave. Durante los últimos años hemos asistido a procesos de fomento del uso de la bici en ciudades donde la movilidad ciclista era impensable.
Ciudad de México «bicicletera»
La Ciudad de México es un caso paradigmático. Es el ejemplo más interesante desde el punto de vista de la planificación. De manera paralela, en febrero de 2010, se inaugura el servicio de Ecobici y unos meses más tarde la ciclovía de Paseo de la Reforma. Son estos hitos los que avisan a la ciudadanía de que existe otra forma de moverse. De pronto aparecían los ciclistas en zonas de la ciudad y de una forma en la que antes no habían aparecido. Con un enfoque de creación de infraestructura ciclista y de prestación de un servicio de bicicleta pública es lógico que la demanda crezca. Este trabajo ha continuado en el tiempo.
Ahora mismo se cuentan con más de 400 kilómetros de ciclovías en la ciudad y tan sólo en los últimos cinco años se han construido 230, y no sólo eso, sino que recientemente entró en operación la nueva Ecobici: un sistema renovado que mejora el servicio con respecto al agotado anterior (que ya estaba agotado); una apuesta de la autoridad que ofrece mejores condiciones para la movilidad ciclista.
Ahora en la Ciudad de México hay mucha más gente que vota pensando en quién puede hacer una ciudad más ‘bicicletera’, es decir, una ciudad con mejor movilidad.
La esperanza
¿Qué podemos aprender? ¿Qué esperanza tenemos para México? La nueva Ley General de Movilidad y Seguridad Vial y la Estrategia Nacional derivada de esta ley y de próxima publicación tienen la posibilidad de hacer que este tipo de experiencias pueda permear en otras entidades federativas. Y para abonar a la esperanza, y a pesar de todos los problemas reseñados, en algunos de estos estados, ¡la bicicleta como modo de transporte sobrevive! Si analizamos el conjunto del país vemos que existen entidades con una elevadísima movilidad en bicicleta. Estados como los del Sureste (sobre todo Yucatán con un 10% de población que trabaja que se mueve en bici, pero también Campeche, Tabasco y Quintana Roo) son algunos donde la bicicleta es clave para la movilidad. Pero también destacan con un uso elevado de la bici los de la región centro y centro occidente porque presentan una elevada tasa de movilidad en bicicleta. Tan sólo en Guanajuato cerca del 12% de la población, que se mueve por motivo trabajo, lo hace en bici.
¡Hay muy buena base para contar con un México ‘bicicletero’ y de nosotros también depende!